Debería ser una experta en reconocer el olor del aceite quemándose pero tardé en identificar el olor en mi coche.
¿Podrían ser las alfombrillas enmohecidas por la nieve que va dentro del coche, por la perra y por las botas?
No obstante, tenía un olor más sustancioso que el moho: un plato principal, no un tentempié.
Y parecía más fuerte a primera hora de la mañana. El hedor era tan ofensivo que con 24 grados centígrados bajo cero mi hija bajaba la ventanilla para tragar aire limpio.
Juntas maldecíamos el coche, las alfombrillas, y nuestro sentido tan delicado de olfato.
Llevé a mis sobrinas y a mi hija a un concierto en la otra punta del estado. Mi sobrina mayor iba en el asiento del pasajero con la nariz arrugada contra el olor durante cinco horas.
“Yo no sé, Tía, no creo que sea aceite, es que de verdad huele a rayos.” Esto, de mi dulce sobrina que nunca se quejaba de nada, era un comentario fuerte.
Es cierto que había llevado el coche a cambiar el aceite y pensaba que igual habían echado un poco de aceite fuera del depósito. Miré el motor y me pareció ver algo de aceite en el motor. Mi detective interior pegó un sobresalto.
Una llamada al taller y la cita estaba hecha. La nota en el orden del trabajo leía:
“Clienta dice que hay un olor fétido de aceite quemado que proviene del motor cerca de la embocadura del aceite.”
Después de una hora intentando “re-crear” el olor, el mecánico vino a decirme que pensaba que tendría que abrir la guantera para acceder al ventilador, ¿le daría permiso para hacer el trabajo? ¡Toma, claro! ¡Abre la guantera y quita la fetidez de mi coche!
Ya estaba muy metida en mi libro cuando volvió el mecánico.
“Quizás quiera Usted ver esto”
“¿Cómo puedo ver un olor?” pensé mientras le seguía por la caverna de hormigón y cristal del taller.
En una esquina apartada dos mecánicos más estaban de pie al lado de la puerta del pasajero de mi minivan. Se apartaron y alumbraron el filtro del aire con una linterna.
“¿Qué es?” pregunté, “Se parece un poco al sushi.”
“Señora, ¿Usted tiene un perro?”
“Si…” contesté sin ver la razón de la pregunta.
“Señora, usted verá que en un clima tan frío como este, los ratoncitos y otros animales menudos buscan el calor. Están atraídos por los motores calientes y se van allí buscando el calor. De vez en cuando traen comida. ¿Se parece esto a la comida de tu perro?”
“¡Sí! Caray, que ¡es la comida de nuestra perra!”
Me sentía fatal por mi hija y por mi dulce sobrina, una vegetariana devota, cuando leí la entrada final del orden del trabajo:
“Comida de perro y restos de animales en el filtro del aire de la cabina. Quitar los restos de la comida de perro y los restos de animales del filtro del aire de la cabina quitando el ventilador. Limpiar y desinfectar la zona y reinstalación del ventilador con nuevo filtro de aire.”