Mi amigo me contó cómo las galletas con trocitos de crema de cacahuete de su abuela eran famosas. Antes de un viaje largo, la abuela pensaba hacer unas galletas pero se dio cuenta de que faltaban los trocitos de crema de cacahuete entonces los sustituyó por un poco de grasa de pollo y puré de manzana. Creativas, pero no muy sabrosas, y las dichosas galletas fueron lanzadas por las ventanillas del coche. Mi amigo lo dijo mejor: “¡una pérdida sin sentido del resto de ingredientes!”
Cuando estaba en el colegio ayudé a vender dulces para recaudar fondos durante un partido de baloncesto. Una compañera mía de clase trajo unas galletitas preciosas con rayas de un rojo bermellón. Dos chavales de un curso superior vinieron y compraron dos galletitas cada uno y las pusieron inmediatamente en la boca. Casi tan de prisa, sacaron sus lenguas asqueadas, trocitos de galletita rojo bermellón volando por el aire.
“¡¿Qué demonios…?!”
Les miré con ojos abiertos con inocencia, “Yo no las hice…”
Caía la noche y casi todos los dulces se iban vendiendo menos las galletitas de rayas rojo bermellón.
Mi compañera vino pegando saltitos al terminar el partido.
“Humpf,” me preguntó, “¿por qué no se vendieron las galletas que hice yo?”
“No sé, la gente decía que tienen un sabor algo raro.”
“Seguro que fue el Ketchup.”
“El Ketchup …?”
Bueno, como no tenía colorante, usé Ketchup para hacer las rayas rojas.”